MORERA
Ya sabes que existen moreras que dan frutos blancos y otras que los tienen “rojos”. Pero quizás no sepas qué explicación daban los antiguos griegos a esta variedad. Consideraban que las primitivas moreras eran de fruto blanco, pero…
Píramo y Tisbe eran vecinos en la ciudad de Babilonia y vivían separados por una fina pared de piedra. Cada vez que se veían en las plazas o por las calles cercanas, se comunicaban con gestos y miradas, pero la rivalidad de sus dos familias era tan fuerte y antigua que su amor era imposible a ojos de la sociedad.
Un día, Píramo y Tisbe descubrieron una pequeña grieta en la pared de sus habitaciones y la usaban para susurrarse palabras de amor y pasar finas notas donde declaraban las ganas que tenían de verse. Una de las tardes planearon su huida al anochecer: se encontrarían bajo el moral blanco que crecía junto al sepulcro de Nino, rey fundador de Asiria.
Tisbe fue la primera en llegar y decidió esperar junto al moral a que llegara su amado. Mientras esperaba, una leona acudió a un pequeño arroyo que corría justo al lado del moral. Tisbe, asustada, corrió a esconderse en una cueva; pero la leona solo quería saciar su sed después de devorar la presa que había cazado. Con el miedo, a Tisbe se le había desprendido el velo que cubría su pelo y la leona decidió jugar con él, manchándolo de la sangre de su presa, aún fresca.
Cuando Píramo llegó, vio las huellas de la leona y el velo de su amada manchado de sangre. Desesperado y convencido de que Tisbe había muerto, se clavó su propia espada, cubriendo de sangre los frutos del moral. Al oír semejante lamento, Tisbe se armó de valor para salir de la cueva y comprobar que el amor de su vida se había suicidado al creerla perdida. Llorando de rabia y desconsuelo, cogió la espada con la que Píramo se había quitado la vida y clavándosela en el corazón, murió.
Se dice que los dioses se apiadaron de los desgraciados amantes y convencieron a los padres de que guardaran las cenizas en una misma urna para toda la eternidad. Desde entonces, los frutos del moral son de color púrpura, el mismo color de la sangre que Píramo y Tisbe derramaron en un acto de amor fiel y desesperado.
Quizás te suene esta historia de amantes, familias entrentadas y muertes. Seguro que a Shakespeare también le sonaba cuando escribió su Romeo y Julieta.