GINKGO
Delante tuya tienes una especie asiática que convivió los dinosaurios y que sobrevivió a la bomba atómica. Puede alcanzar los mil años y es muy apreciado en medicina.
Sus hojas bilobuladas contienen el simbolismo oriental del uno y lo doble: el amor une a dos personas en una sola. Así se lo mostró Goethe a su amada Marianne cuado le mandó un poema de amor con una hoja de ginkgo dibujada.
Si paseas bajo un ginkgo en el momento oportuno (quizás noviembre) podrás imitar a Goethe y ofrecer a la persona amada una hoja amarilla de ginkgo para poner entre las páginas de un libro.
Es lo más llamativo en este árbol: sus hojas amarillas y su caída. Así nos lo muestra el poema de Elena Martín Vivaldi.
GINKGO BILOBA
[ÁRBOL MILENARIO]
Un árbol. Bien. Amarillo
de otoño. Y esplendoroso
se abre al cielo, codicioso
de más luz. Grita su brillo
hacia el jardín. Y sencillo,
libre, su color derrama
frente al azul. Como llama
crece, arde, se ilumina
su sangre antigua. Domina
todo el aire rama a rama.
Todo el aire, rama a rama,
se enciende por la amarilla
plenitud del árbol. Brilla
lo que, sólo azul, se inflama
de un fuego de oro: oriflama.
No bandera. Alegre fuente
de color: Clava ascendente
su áureo mástil hacia el cielo.
De tantos siglos su anhelo
nos alcanza. Luz de oriente.
Amarillo. Aún no imagina
el viento, la desbandada
de sus hojas, ya apagada
su claridad. Se avecina
la tarde gris. Ni adivina
su soledad, esa tristeza
de sus ramas.
Fue certeza,
alegría – ¡otoño! - . Faro
de abierta luz.
Desamparo
después. ¿Dónde tu belleza?